MUERTE EN EL CULTURISMO
Por Dr. José Rodrigo García
Director de la Universidad del Deporte
Hay dos tipos de reacciones de los que llegan por primera vez a los gimnasios y ven los imponentes posters de culturistas profesionales, con sus cuerpos espeluznantemente grandes y casi exentos por completo de grasa.
Unos dicen: -Yo no me quiero poner así-. Como si ponerse así fuera cuestión de irse a un rincón, agarrar las mancuernas más grandes que pudieran levantar, menearlas unas cuantas veces, y al cabo de unas semanas, uno se pusiera así.
Otros dicen: -Yo me quiero poner así-. Como si fuera tan fácil. Como si cualquiera, solo porque tuviera ganas, se pudiera poner así.
Lo que ambos descubren en muy poco tiempo, es que resulta casi imposible para la mayoría de los humanos “normales” ponerse así. Es un hecho, que se requiere de un entrenamiento muy bien planeado, mucho tiempo (muchos años), mucha dedicación, mucha constancia, mucha disciplina; una mentalidad férrea, totalmente comprometida con el objetivo; mucha comida y suplementos, mucho tiempo de descanso; todo esto aunado a factores genéticos (entre ellos, muchos receptores androgénicos, vías de señalización celular que lleven a expresiones génicas que contribuyan a la hipertrofia, la hiperplasia e incluso a un cambio en la química celular), pero, fundamentalmente, para alcanzar esos volúmenes, esa calidad muscular y esa definición, se necesitan muchas sustancias hormonales.
Desde sus orígenes, la gente se ha sentido atraída y maravillada por los cuerpos grandes y musculosos. En la Antigua Grecia, los ganadores de los Juegos Olímpicos eran considerados semidioses y los gladiadores en la arena causaban sensación, obteniendo los favores de nobles y gobernantes. Hoy, y desde los albores del culturismo moderno; encabezado por Eugen Sandow; pionero de este deporte, las fotografía, afiches y posters de los competidores de Mr. Olympia, adornan las paredes de todos los gimnasios. Ya sea Arnold Schwarzenegger, Sergio Oliva, Samir Bannout, Lee Haney, Dorian Yates, Ronnie Coleman, Mamdouh “Big Ramy” Eissbiay, o mujeres como Rachel McLish, Cori Everson, Lenda Murray o Iris Kyle, entre muchos otros, han sido la inspiración de millones alrededor del mundo.
Las revistas especializadas y el internet se han encargado de presentar la vida glamurosa que tienen los fisicoculturistas y competidores de fitness, con físicos envidiables, rodeados de lujo, hombres y mujeres espectaculares, viajes, sesiones fotográficas y una cantidad incontable de fans que los adoran. Todo eso hace irresistible a este deporte. Pero para uno que gana, cientos de miles se quedan en el camino. Muchos, porque carecen de las condiciones necesarias, ya sean genéticas o incluso económicas, otros tantos porque no están dispuestos a pagar el precio. El precio del esfuerzo y la disciplina, pero también el precio de la salud, porque para lograr eso, se necesitan muchas, pero muchas drogas…
¿Pero qué es lo que lleva a tantísima gente del mundo entero a consumir anabólicos esteroides androgénicos, insulina, hormona del crecimiento y tiroideas, anti-estrogénicos, diuréticos, péptidos, SARMs, gonadotropina coriónica, óxido nítrico, grafeno, termogénicos, y en general cualquier cosa que pueda, de una forma u otra, mejorar el rendimiento y acercarlos a esos físicos monumentales?
En principio habría que decir que ciertas “conductas irracionales” se las debemos a nuestro cerebro reptiliano, el cual es responsable de la respuesta automática y el control del sistema nervioso autónomo, que regula las funciones de los órganos mediante reflejos viscerales inconscientes y que en ocasiones se producen como respuesta a cambios en actividades somáticas motoras y sensoriales.
Nuestro cerebro ha estado en constante evolución a lo largo de más de 250 millones de años y en todo este proceso ha ido adquiriendo nuevas funciones y habilidades cada vez más complejas. El cerebro reptiliano es el más antiguo que tenemos. Después se han incorporado el límbico y el neocórtex. Este cerebro fue identificado y desarrollado a través de la teoría del cerebro triuno de MacLean.
El cerebro reptiliano, también conocido como complejo R o complejo reptílico, es el que compartimos con otros mamíferos y los reptiles. Se encarga principalmente de poner en marcha nuestras funciones más básicas y primitivas cómo, por ejemplo, protegernos de posibles amenazas, defendernos y huir para asegurar nuestra propia supervivencia. Es el encargado también de llevar a cabo algunas conductas inconscientes e involuntarias como nuestra respiración, el control de la presión sanguínea, la temperatura, el equilibrio, entre otras. Este tipo de cerebro no es reflexivo y, por el contrario, actúa de manera inconsciente y por instinto. Al tener como función principal encargarse de nuestra propia supervivencia, se considera que es el encargado también de se nos dificulte lograr nuestros objetivos personales ya que se siente seguro únicamente estando en un terreno conocido; sin embargo, cuando se adentra en zonas desconocidas, se siente sumamente amenazado y prefiere huir y escapar antes de enfrentarse a algo nuevo.
Algunas de las funciones del cerebro reptiliano, desde el punto de vista de la psicología, consisten en desarrollar nuestros propios instintos de supervivencia lo que nos hace que tendamos a defender nuestro hogar y así mismo, cuidar de las personas más cercanas a nosotros y nuestras pertenencias. De igual forma, para asegurar la supervivencia como especie, el cerebro reptiliano se encargar de activar nuestro instinto y motivación sexual lo que provoca que nos atraigan otras personas.
Así que, de una forma totalmente subconsciente nuestro cerebro reptiliano emplea una simple regla de tres: “a mayor tamaño muscular, mayor posibilidad de sobrevivencia”. En otras palabras, a mayor cantidad de testosterona más tamaño muscular, por ende, más posibilidad de proteger a los nuestros y nuestro patrimonio, y de procrear, perpetuando la especie.
Cuando la gente empieza a entrenar con pesas, en la mayoría de los casos piensan que lo más importante son los kilos, y su deseo los lleva a emplear pesos más pesados cada vez. En un principio, el avance es muy drástico, pero a medida que van pasando los meses y los años, tanto el aumento de la fuerza como el de la masa muscular se reducen de manera considerable. Independientemente de lo bien que se entrene, se coma y se descanse, llega un momento en que la ganancia es mínima o nula, y en ese preciso instante, incluso aquellos que no tienen la más mínima intención de competir, deciden recurrir a algo que los lleve al siguiente nivel (que obviamente no alcanzarán de forma natural). Desde luego los que desde el principio soñaron con ser como sus ídolos deportivos, empezarán mucho antes a buscar las “pócimas mágicas”.
Nunca falta un alma caritativa que introduce a estos primerizos en el mundo de las sustancias, que infaliblemente darán muestra de su efectividad en muy pocos días, y, a partir de allí, se convertirán rápidamente en ávidos consumidores.
Los esteroides anabólicos; especialmente los androgénicos por su potencia superior a la testosterona humana, como los 17 alfa aquilados, tienen excelentes resultados en materia del incremento de la fuerza y la hipertrofia muscular, pero también, infinidad de efectos adversos no deseables.
Los esteroides anabólicos son versiones sintéticas de la testosterona, la principal hormona sexual en los hombres. Es necesaria para desarrollar y mantener las características sexuales masculinas, como el vello facial, la voz profunda y el crecimiento muscular. Las mujeres también producen testosterona en sus cuerpos, pero en cantidades mucho menores.
Los profesionales de la salud usan esteroides anabólicos para tratar algunos problemas hormonales en los hombres, retraso de la pubertad, hipogonadismo y pérdida muscular provocada por algunas enfermedades como el SIDA.
Pero, ¿Por qué sabiendo los peligros que se corren, la gente no deja de utilizar los anabólicos esteroides? Porque son sumamente adictivos. A pesar de que no causan un estado de euforia notorio, como otros estimulantes, los esteroides anabólicos pueden ser muy adictivos. La testosterona es una hormona que actúa a diversos niveles y en diferentes estructuras cerebrales. Las investigaciones revelan que concretamente provoca a nivel cerebral un aumento de la actividad tanto del sistema reptiliano como del sistema límbico, un conjunto de partes del cerebro que participan en la creación de emociones.
En este sentido, serían especialmente la amígdala, el hipotálamo o la sustancia gris periacueductal las que se ven afectadas por la testosterona, la cual provoca que resulte más reactiva a la estimulación. Hay que tener en cuenta que estas áreas cerebrales están muy vinculadas a mecanismos ancestrales de supervivencia, con lo que se activa la respuesta agresiva como manera de garantizar la propia seguridad.
Además de ello, la testosterona tiene diferentes mecanismos de actuación al favorecer e incrementar la producción de diferentes neurotransmisores. Concretamente se ha observado que la secreción de dopamina y de acetilcolina se ve muy influenciada por el nivel de testosterona.
Efectos de la testosterona en el cerebro
La testosterona posee una serie de efectos a nivel cerebral de gran importancia que a su vez provocan diferentes efectos en la conducta y capacidades del individuo.
· Se vincula con la energía
La mayor presencia de testosterona en el hombre se asocia con un mayor nivel de energía y actividad. Esta relación es bidireccional: la testosterona puede hacernos más activos, pero a la vez cuanta más actividad, más testosterona se generará
· Potencia la líbido
Otro de los más conocidos y visibles efectos de esta hormona sexual es precisamente el aumento de la líbido. Efecto que se ve disminuido o incluso eliminado con el exceso. Tanto en hombres como en mujeres. De hecho, es frecuente que se receten parches de esta hormona en mujeres que han perdido el apetito sexual tras la menopausia.
· Tiene influencia en el estado del ánimo y la ansiedad
Al aumentar la producción de dopamina, la testosterona tiene efecto en el mantenimiento del estado del ánimo y en las sensaciones de placer. Los hombres con bajo nivel de testosterona tienden a manifestar un mayor número de síntomas depresivos. Del mismo modo, también suelen mostrar un mayor nivel de ansiedad que los sujetos con niveles normales o con nivel alto.
· Aumenta el nivel de agresividad
La actuación de la testosterona a nivel de amígdala y de sistema límbico en general provoca que el sujeto manifieste una elevada reactividad a estímulos externos, despertándose reacciones agresivas con mayor facilidad. También se ha observado que según aumenta la concentración de esta hormona, el nivel de competitividad de los sujetos tiende a ser mayor.
· Puede disminuir la capacidad de empatía
Las personas con una cantidad excesiva de testosterona pueden ser menos empáticas, más egocéntricas y con menor capacidad de vincularnos afectivamente. Ello se asocia a un posible efecto inhibidor de esta hormona con la oxitocina.
· Fomenta la neurogénesis
Diferentes investigaciones sugieren que la presencia de testosterona provoca el nacimiento y crecimiento de nuevas neuronas, especialmente en el caso del hipocampo; sin embargo, otros estudios revelan que el exceso de testosterona se asocia a la muerte de neuronas y la pérdida de la sinapsis (las sinapsis generalmente se forman entre las terminales nerviosas -terminales axónicas- de la neurona emisora y el cuerpo celular o las dendritas de la neurona receptora).
· Puede provocar síntomas de abstinencia al dejar de usarlos, incluyendo: fatiga, agitación, pérdida del apetito, problemas para dormir, disminución del deseo sexual, compulsión por más esteroides, así como depresión, que a veces puede ser grave e incluso llevar a intentos de suicidio.
El uso y abuso de los esteroides anabólicos androgénicos se ha convertido en un fenómeno psico-social a escala mundial en el que México encabeza la lista.
México no es solo el primer productor, sino el mayor consumidor de EAA en el mundo. No solo atletas profesionales, sino deportistas de cualquier nivel, pero también: modelos, actores, cantantes y gente común de todas las edades y condiciones sociales. Es tan fácil conseguirlos que cualquiera los utiliza, incluso menores de edad. El consumo empieza ahora a los 13-14 años.
El uso de sustancias ha sido una constante desde los años 50’s del Siglo XX. Durante muchos años no hubo pruebas anti-dopaje y los atletas utilizaban cantidades estratosféricas de diferentes sustancias. Hay muchos deportes como el futbol americano, rugby, levantamiento de pesas, lucha libre, los de pista y campo como lanzamientos y carreras de velocidad, y en general todos aquellos donde se requiera desarrollar la fuerza máxima o explosiva, en los que se utilizan todo tipo de drogas; sin embargo, en ninguno suceden tantas muertes como en el fisicoculturismo o bodybuilding.
Llevar el cuerpo a sobrepasar cualquier límite de la normalidad, con sujetos que pesan más de120 kilos y tienen menos de 3% de grasa corporal, de por sí ya no es lógico. No hablamos solo de una mayor cantidad de masa muscular. Para ello, debe haber infinidad de cambios fisiológicos para poder acrecentar y mantener una cantidad tan superior de músculo,
Uno de los principales efectos adversos de los agentes anabólicos son los que producen dichas sustancias sobre el sistema cardiovascular. Si bien, la mayor gravedad de estos efectos aparece con el uso a largo plazo de los agentes anabolizantes. Los EAA pueden incluso provocar la muerte, existiendo estudios que describen la incidencia de infartos de miocardio en jóvenes culturistas y levantadores de pesas debido al uso de agentes anabólicos.
Otros efectos adversos que producen un aumento en el riesgo cardiovascular, es la disminución que los EAA producen sobre los niveles del colesterol-HDL acompañados de una elevación en los niveles del colesterol-LDL, lo que supone un perfil lipídico desfavorable. Al riesgo cardiovascular que supone el uso de estas sustancias, hay que añadir que la toma de EAA 17 a-alquilado, los cuales presentan un grupo metilo en posición C-17, lo que hace posible la administración por vía oral, pudiendo estar asociado a la aparición de trombos.
En numerosos artículos se ha llevado a cabo un estudio sobre la función ventricular izquierda y el uso de esteroides anabólicos y los resultados son muy dispares. Baggish y colaboradores, comentaban que los efectos inducidos sobre el ventrículo izquierdo pueden ser mayores de lo informado anteriormente y concluyeron que la función sistólica observada en el grupo a estudio consumidor de EAA muestra un incremento en el riesgo de fallo cardíaco y muerte cardíaca repentina. Mientras que Ilic y col., informaron que no habían evidencias de que la eyección ventricular izquierda este alterada por la toma de EAA.
Lo que sí parece estar claro es que los deportistas que entrenan con pesas, independientemente de la toma de agentes anabólicos, presentan un engrosamiento de la pared ventricular izquierda, así como hipertrofia ventricular aguda, siendo mayor la de los deportistas que consumen EAA a los que no consumen.
Desde los años 90´s, Dorian Yates (6 veces Mr. Olympia), estableció un nuevo estándar estético, presentándose con un cuerpo inconcebible para la época; mucho más grande, masivo y cortado que su predecesor, Lee Haney (8 veces Mr. Olympia). A partir de Yates, el culturismo volvió a cambar y en la farmacopea se incluyeron sustancias nunca antes utilizadas en humanos. Todos sus contemporáneos decidieron seguir su ejemplo y gracias a él se acuño el término “freak”, para nombrar a los culturistas que alcanzaban ese tipo de físico, gracias especialmente a los cocteles de fármacos que empleaban.
Los resultados a largo plazo de esa época son los que hemos estado viendo en las dos últimas décadas: más y más culturistas informan de la aparición de problemas de salud, de leves a mortales.
De hecho, aunque la gran mayoría lo esconde o lo niega, no hay prácticamente ningún culturista hombre o mujer que a partir de los 35-40 años no presente algún problema de salud relacionado con las sustancias que utilizó a lo largo de su vida.
Ahora las preguntas son: ¿Los efectos colaterales son exclusivos por el uso de esteroides o se deberá a condiciones preexistentes? ¿O es que las condiciones preexistentes son agravadas por el uso excesivo de drogas? ¿Habrían vivido mucho más tiempo o tenido mejor calidad de vida sin usarlos? ¿Habrían enfermado o muerto por las mismas causas si nunca hubieran consumido nada?
Un informe de 2012 de la American Journal of Cardiology revisó cerca de 50 estudios diferentes que tenían por objetivo conocer los efectos de los esteroides anabólicos sobre la función cardio-metabólica. Se llegó a la siguiente conclusión: el uso de esteroides puede ser un factor válido y significativo en la muerte relacionada con problemas cardiacos.
Otro estudio en la Revista de la Sociedad Americana de Nefrología se analizó la prevalencia de enfermedad renal entre los culturistas con uso de esteroides durante más de dos años y encontró signos de enfermedad en la mayoría de ellos, algunas de carácter irreversible e irreparable.
Un estudio más de 2014, examinó una conexión entre los esteroides anabólicos y la función cardiovascular. Los resultados sugieren que quienes entrenan con pesas y utilizan esteroides son más propensos a tener irregularidades en el corazón y una tasa de mortalidad más alta en comparación con los naturales.
Finalmente, un estudio de Hoffman y Ratamess de 2005, indicó que uno de los mayores problemas son las patologías cardiovasculares, provocadas principalmente por los esfuerzos continuos, el aumento de presión arterial y el fenómeno de Valsalva que se da en quienes entrenan con grandes pesos y no realizan ningún ejercicio cardiovascular, especialmente aeróbico, que contrarreste los efectos nocivos de la combinación sobreesfuerzo-esteroides.
En general, el ejercicio hace que los vasos sanguíneos liberen óxido nítrico (NO), y eso es algo bueno. El óxido nítrico es una sustancia química producido en el endotelio, que relaja las arterias y desempeña un papel crucial en la regulación de la presión arterial y la circulación en general. Sin embargo, cuando algo interfiere en su producción, empieza a suceder una reacción en cadena negativa. Los vasos sanguíneos pierden su elasticidad y acaban siendo fisiológicamente parecidos a una manguera de jardín que se ha dejado demasiado tiempo al sol. Esto aumenta la resistencia contra la que el corazón lucha para bombear la sangre. Toda esta resistencia hace que las paredes del corazón comiencen a engrosarse, dejando un espacio insuficiente dentro de sus cámaras para manejar la sangre, traduciéndose en una disminución de la eficacia y, si no se interviene a tiempo, puede provocar una insuficiencia cardíaca.
La tensión arterial alta (T.A.) también puede engrosar y estrechar los vasos sanguíneos que sirven a los riñones, lo que provoca la acumulación de residuos en la sangre, junto con la posibilidad de una eventual insuficiencia renal. Los esteroides anabólicos interfieren con la producción de NO, aumentando así las posibilidades de endurecimiento prematuro de las arterias y todas sus implicaciones. Las drogas también aceleran la acumulación de la placa arterial.
Todo esto, además de que los esteroides anabólicos aumentan los niveles de aminas simpáticas circulantes, que constriñen aún más los vasos sanguíneos, al margen del aumento de los niveles de mineralcorticoides, activados por estos fármacos, que provocan la retención de líquidos. Eso significa que la presión arterial puede aumentar aún más.
Los cardiólogos llevan mucho tiempo observando que los seres humanos son más susceptibles de sufrir ataques al corazón justo antes de despertarse por la mañana. Tiene mucho sentido. Los niveles de cortisol son más altos por la mañana, y el cortisol aumenta la presión arterial (junto con el azúcar en la sangre). Los niveles de catecolaminas también aumentan por la mañana, lo que provoca un aumento del consumo de oxígeno y contribuye a una mayor constricción de los vasos sanguíneos. Además, las plaquetas son especialmente “pegajosas” por la mañana, lo que significa que son más propensas a adherirse a los lados de los vasos sanguíneos, donde podrían causar un atasco de glóbulos rojos, lo que provocaría un accidente cerebrovascular o un ataque cardíaco.
Si todo esto les sucede a las personas sanas, solo hay que imaginar lo que le puede pasar a alguien que sistemáticamente utiliza sustancias hormonales y además diuréticos.
Son muchas y muy variadas las causas de muerte relacionadas con el uso de sustancias químicas de toda índole.
Si alguien me pregunta: ¿Entonces son malos los esteroides anabólicos? No, de hecho, son muy buenos, por eso se utilizan en medicina, obviamente en dosis terapéuticas. El problema no son los esteroides, es el abuso que se hace de ellos y el tiempo durante el que se consumen. Pero lo más importante es utilizarlos bajo riguroso control de un especialista y no ponerse en manos de cualquier charlatán, aunque haya ganado un Mr. lo que sea.
Seguiremos hablando del tema…
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