¿UNA DIETA VEGETARIANA ES REALMENTE MÁS RESPETUOSA CON EL MEDIO AMBIENTE QUE COMER CARNE?
Muchas personas son conscientes de lo que compran, tanto desde un punto de vista de la salud como del medio ambiente. Sin embargo, todavía no está claro qué impacto tienen los alimentos y cada vez se nos anima más a comer menos carne como forma de hacer frente al cambio climático. Ahora también existen otros neologismos para distinguir nuestras dietas: están los flexitarianos (aquellos que sólo comen carne de vez en cuando) o los reducetarian (los que se marcan como objetivo reducir el consumo de carne), algo que refleja la forma en la que las personas intentan comer menos carne.
¿Qué pasa con todas esas frutas, verduras y alimentos básicos que cruzan el mundo? ¿Podemos realmente considerarlos como alimentos más sostenibles que la carne? El aumento de la compra de alimentos éticos representa actualmente cerca del 10% de las compras, o lo que es lo mismo, el doble que el tabaco. Pero además del impacto del transporte aéreo de alimentos, tanto las tierras de cultivo de todo el mundo como el uso de los recursos naturales determinan la sostenibilidad de los alimentos que consumimos: la producción de alimentos puede destruir o desplazar los recursos naturales a fin de abastecer la creciente demanda de consumo. Cambiar el uso de la tierra para expandir la producción de aguacates en México, por ejemplo, significa desplazar la selva tropical. También está el caso del devastador impacto del aceite de palma no certificado, utilizado en muchos alimentos y otros productos, o el problema del desperdicio de alimentos.
Sin embargo, lo primero que deberíamos ser capaces de hacer es medir el impacto medioambiental de los alimentos que consumimos, algo que ya podemos aplicar a diferentes cadenas de suministro de alimentos gracias a la huella de carbono. El problema es que los consumidores eligen los alimentos en función de sus gustos, siendo algo que cambia con frecuencia y para lo que rara vez se tiene en cuenta el impacto del cambio climático.
Basándonos en estos datos podemos afirmar que una dieta vegetariana reduce la huella de carbono de los alimentos. Sin embargo, estos datos también nos muestran que el kilometraje en el transporte de alimentos y la distribución global podría ser el menor de nuestros problemas. Esto se debe a que el despilfarro de alimentos puede llegar a suponer hasta el 20% de nuestro carro de la compra y el desperdicio de alimentos a lo largo de la cadena de suministro puede ser mucho mayor. A su vez, el desperdicio de alimentos aumenta la huella de carbono, lo que contrarresta los posibles beneficios de sostenibilidad que puedan tener los alimentos. También hay que tener en cuenta que las frutas y verduras frescas perecederas tienen más probabilidades de ser desechadas que la carne y el pescado frescos.
En definitiva, no podemos afirmar que seguir una dieta vegana, vegetariana u omnívora sea mejor o peor para el medio ambiente. Esto se debe a que cualquier dieta puede ser apropiada si los sistemas de producción de alimentos son sostenibles, se reducen los desperdicios al mínimo y se logran resultados positivos para la salud. Lo que es evidente es que algunas opciones tienen más ventajas que otras.
No sólo la producción de carne aumenta los gases de efecto invernadero. El arroz, producido en 163 millones de hectáreas (alrededor del 12% de la superficie de cultivo a nivel mundial), tiene una de las mayores huellas de carbono en alimentos vegetales por su alta producción de metano. Sin embargo, una caída en la producción de arroz no sólo es algo improbable, sino que también podría tener un impacto en los gases de efecto invernadero retenidos en la tierra.
Los consumidores necesitan entender las ventajas y las desventajas, así como mantenerse al día sobre las mejores opciones de compra.